“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente, vino del cielo un ruido como el de una violenta ráfaga de viento y llenó toda la casa donde estaban reunidos. Se les aparecieron entonces unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos. Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en diferentes lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse.” Hch 2.1-4 NVI.
La tarea que Jesús les dio a Sus discípulos era enorme. Por eso, Jesús no envió a Sus seguidores solos. La presencia permanente de Dios en la vida de los creyentes llegaría en la persona del Espíritu Santo. El Espíritu Santo les proporciona a los seguidores de Cristo el valor y la convicción necesarios para completar la misión.
Los discípulos deben ser Sus testigos, comunicarles a otros quién es Él y lo que hizo para proveer salvación al mundo. Esta misión los llevará hasta los confines de la tierra, a toda lengua, tribu y nación.
¿Cómo experimentan los cristianos en lo personal y la obra del Espíritu Santo en sus vidas?