“…para que por mi boca los gentiles oyeran el mensaje del evangelio y creyeran. Dios, que conoce el corazón humano, mostró que los aceptaba dándoles el Espíritu Santo, lo mismo que a nosotros. Sin hacer distinción alguna entre nosotros y ellos, purificó sus corazones por la fe.” Hch 15.7b-9 NVI.
Durante siglos la circuncisión había sido la marca que identificaba al pueblo de Dios del resto de las naciones. Muchos judíos se habían hecho cristianos y algunos de estos hombres fueron a Antioquía a enseñar que los gentiles que se acercaban a la fe en Cristo debían circuncidarse para ser salvos.
El concilio de Jerusalén se reunió para resolver el tema. ¿La fe en Cristo era suficiente para la salvación y para ser incluido en la familia de Dios o hacía falta algo más?
La respuesta de la iglesia afirmó la suficiencia de la fe en Jesús para la salvación. Debido a Su obra finalizada en la cruz, Jesús es lo único que necesitamos para ser salvos.
¿Porqué es tan importante la declaración de Pedro en el versículo 11: “Nosotros creemos que todos somos salvos de la misma manera, por la gracia no merecida que proviene del Señor Jesús”?