“Ahora, Señor mi Dios, me has hecho rey en lugar de mi padre David. No soy más que un muchacho, y apenas sé cómo comportarme. Sin embargo, aquí me tienes, un siervo tuyo en medio del pueblo que has escogido, un pueblo tan numeroso que es imposible contarlo.
Yo te ruego que le des a tu siervo discernimiento para gobernar a tu pueblo y para distinguir entre el bien y el mal. … Al Señor le agradó que Salomón hubiera hecho esa petición, de modo que le dijo: Como has pedido esto… voy a concederte lo que has pedido. Te daré un corazón sabio y prudente, como nadie antes de ti lo ha tenido ni lo tendrá después.» 1 Reyes 3.7-12 NVI.
A pesar de su grandeza, David seguía siendo un rey terrenal, como también su hijo Salomón, el heredero del trono. Aunque los dos disfrutaron de una gran prosperidad y favor durante sus reinados, en última instancia, los dos dependían de Dios para todo lo que necesitaban, incluido el perdón de sus pecados.
Después de reinar 40 años, David nombró a Salomón como su sucesor. Salomón, al menos por un tiempo, demostró una sabiduría extraordinaria. Pidió sabiduría a Dios porque reconocía su necesidad de depender del Señor para guiar bien al pueblo.
Salomón reino con gran sabiduría y perspicacia, pero seguía siendo un rey imperfecto que necesitaba del perdón de Dios. Salomón anuncia la venida de un Rey superior: Jesús en el cual “están escondidos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” Col 2.3.
¿Cuáles son algunas diferencias entre la sabiduría que viene de Dios y la sabiduría que viene del mundo?