Es normal preferir estar frente a un evento, escoger el mejor regalo y tener lo mejor, pero nos molesta que alguien que no cumple, gane lo mismo que nosotros. Estas situaciones se identifican en la historia de dos discípulas llamadas María y Marta. (Lucas 10:38).
Marta se ha mostrado como afanada, estresada y un mal ejemplo; sin embargo, dice la Biblia que mientras Jesús entró a la aldea, Marta le recibió en su casa y María se sentaba a los pies del Señor a escucharlo. Marta se preocupaba con los preparativos y se quejó con Jesús que su hermana la dejaba servir sola y que le dijera que le ayudara. Acá vemos dos imágenes: María a los pies de Cristo y Marta sirviendo al Señor, para agradarle, buscando que se sintiera cómodo y recibido lo cual no la hacía una mala discípula o que estuviera equivocada, esa actitud demostraba que lo amaba.
(Juan 11:20) Cuando Lázaro murió, Jesús llegó al tercer día y Marta sale a su encuentro, mientras María se quedó en casa llorando; Marta le dice: “Si tú hubieras estado aquí mi hermano no habría muerto”, reconociendo el poder de Jesús, éste le responde “Yo soy el que da la vida, el que hace que los muertos vuelvan a vivir, quien pone su confianza en mí aunque muera, vivirá” y Marta con confianza afirma “Sí señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios el que debía venir al mundo”, por eso ella tenía un corazón deseoso de servirle, aunque fuera de distinta manera que María, no significaba que estaba mal; al contrario, quería imitar a Jesús al servir a otros. (Lucas 11:10 – Mateo 20:26).
Ambas mujeres mostraban su discipulado, una sirviendo y otra escuchando, Jesús reconoció el servicio de Marta y entiende su frustración por eso le dice “…afanada y turbada estás”, Él no desvaloró su servicio. Por eso, nosotros debemos tener un equilibrio y aplicar como iglesia, EL CARÁCTER practicando la fe sin descuidar las obras, la justicia y la misericordia. (Mateo 23:23). No inclinarnos solo a servir ni solo a disfrutar la presencia del Señor.
Oramos por la guía del Espíritu Santo para servir como María escuchando al Maestro; y también como Marta dando nuestro trabajo. Ni más de una, ni menos de otra, sino a la altura del varón perfecto reflejado nuestra vida. (Andrés Medrano)